No voy a descubriros nada nuevo si comento que existen miles de plantas con fines terapéuticos que existen en la naturaleza. Y tampoco voy a descubrirle a nadie a estas alturas de la vida, que nos estamos cargando esa maravillosa farmacia que es la flora y la fauna mundial, debido a la industrialización de ciertas zonas sin los adecuados programas medioambientales, a la desertización ocasionada por la deforestación y al masivo aumento de población mundial y lógico (e irresponsable) incremento del uso de materias primas. Se que todo esto no es nuevo, pero lo que si que lo es, es la aparición de nuevas enfermedades que podrían convertirse en verdaderas pandemias para la población mundial.
Una de esas enfermedades es la gripe aviar, la cual esta causando estragos en la población avícola mundial debido a lo virulenta que puede llegar a ser esta enfermedad. Pues bien, existe en la China meridional una especie de planta denominada “anís estrellado”, de la cual se obtiene un principio activo para desarrollar el Tamiflu, creado por los laboratorios suizos de Roche para tratar dicha enfermedad.
Pero también hay otros ejemplos que reivindican el uso de plantas en la producción de medicamentos como podría ser la Vincristina (obtenida de un arbusto de Madagascar) la cual es la responsable de que la supervivencia de niños en casos de leucemia haya pasado del 20% al 80%.
Pero tampoco debemos dejar caer en el olvido que la mitad de nuestros medicamentos se debe a un simple centenar de plantas, como podrían ser la Aspirina (extraída de la corteza del sauce blanco) la Morfina (adormidera) la Quinina (corteza de la quina) un cardioregulador llamado Digoxina (dedalera) el antitumoral Taxol (tejo del pacifico) un antimalarico llamado Artemisinina (Artemisa) el ziconotide, un analgésico mil veces mas potente que la morfina, extraído del veneno de un caracol de los arrecifes de Filipinas, la Camptotecina, un medicamento empleado contra el cáncer de ovario y colorrectal avanzado, derivado de un árbol de Sri Lanka y la Galantamina, uno de los pocos recursos contra el mal de Alzheimer, aislada de una variedad de narcisos blancos utilizada por la medicina popular balcánica para calmar los dolores de lumbares.
Y también tenemos en fase de experimentación la molécula p57, extraída de un cactus del desierto de Kalahari (Sudáfrica) que promete revolucionar el control de la obesidad, la Halicondrina B, derivada de una esponja de las profundidades del océano Pacifico, con resultados impresionantes en ensayos a pacientes con Cáncer, la Ixabepilona, una sustancia de origen bacteriano que aun se ensaya para tratar los tumores de mama avanzados.
Sin embargo, gracias al protagonismo adquirido por el “Anís estrellado” las grandes corporaciones farmacéuticas están mostrando de nuevo mayor interés por las posibilidades que nos ofrece la naturaleza en materia de drogas naturales para combatir las nuevas enfermedades y porque no, de las antiguas.
Lo que no debemos olvidar, es que las farmacéuticas ante todo son empresas que buscan generar beneficios y que identificar apenas 50 extractos vegetales que puedan ser prometedores, costaría alrededor de un año de arduo trabajo manual para un investigador. De los cuales posiblemente puedan obtenerse drogas validas para paliar enfermedades del 10% al 60%. Y eso, en comparación con el potencial económico del cribado masivo de compuestos sintéticos en relación tiempo dinero, es muy alto para sus intereses.
Pero como decía antes, gracias al protagonismo del “Anís estrellado” un sector de la de la industria del medicamento ha retomado esa pasión por la medicina natural. Por ello desde hace unos años, expertos están explorando las selvas tropicales y otros parajes recónditos en “misiones de bioprospeccion”, como se denomina a la búsqueda sobre el terreno de vegetales y animales con potencial valor terapéutico.
¿Tal vez alguien se pregunte el porque de este cambio de actitud por parte de las empresa farmacéuticas? Pues es bien sencillo. Básicamente, que las grandes inversiones en metodologías sofisticadas para la obtención de medicamentos sintéticos ha sido un gran varapalo económico para muchos gigantes farmacéuticos y eso les ha llevado a dejar de crear medicamentos para buscaros donde ya existían, puesto que la biosfera ofrece productos que han superado el examen de la selección natural, pues proceden de seres vivos cuya existencia depende de su eficacia. Así, mientras los antibióticos solo logran matar microbios a veces, sus homólogos naturales siempre lo hacen. No en vano, en cada uno de estos compuestos se condensan millones de años de evolución.
Y si hablamos de biosfera terapéutica, debemos hablar de la mayor farmacia natural del mundo, la Amazonia, una de las regiones mas amenazadas del planeta, donde solo se ha llegado a estudiar poco mas del 10% de sus plantas. Por ello, al pensar en los cientos o miles de plantas que ya se habrán extinguidas a lo largo de las ultimas décadas, cuesta resistirse a especular con los fármacos que habremos perdido.
Pero no solo por la degradación de la Amazonia deberíamos preocuparnos. Tampoco debemos olvidar que las farmacéuticas entran en países subdesarrollados para buscar y llevarse sus biomedicinas, por una mínima parte del gran pastel económico que resultara de la venta masiva de esos medicamentos. Esta actuación se denomina biopirateria y es otra forma de seguir ahogando a esos países sin recursos que deberían tener en sus plantas una forma de poder crecer económicamente. Pero la historia se repita y el pez grande se come al chico.
Confiemos en que se les encienda la luz a quienes tengan el poder de cambiar todo esto y al igual que buscamos formas de contaminar menos nuestro hermoso planeta, tratemos de usar todo lo que nos ofrece, de la manera mas sostenible posible.